Dr. Juan José Bretón García.
La actual pandemia ha acelerado un proceso que ya se venía produciendo desde hace varios años: la generalización de la atención médica a distancia, aprovechando las redes digitales. Aunque esta práctica tiene sus inconvenientes, como la ausencia de cercanía personal y la imposibilidad de efectuar una semiología como manda el arte, ha sido un importante alivio para médicos y pacientes ante la avalancha de casos. Algunos estiman que, actualmente, la utilización de estos sistemas es de cerca del 15% de todas las visitas, cuando antes no llegaba al 1% y es posible que esta estimación peque por defecto.
Un hecho destacable es la creación en los centros de salud de la figura del “médico Covid”, profesional dedicado en exclusiva a la atención telefónica a demanda de casos sospechosos y seguimiento de los confirmados o contactos detectados por los equipos de rastreo, otra entidad de nueva creación, bajo la coordinación de los servicios epidemiológicos. En Andalucía, la herramienta de software Diraya, para Atención Primaria, a pesar de algún fallo que originó un colapso momentáneo de asistencia, se ha dotado de nuevos módulos diseñados frente a esta emergencia, que incluyen cuestionarios y textos de apoyo, que se van actualizando. Una ventaja añadida es la posibilidad de teletrabajo para circunstancias excepcionales. Las sociedades científicas han tenido que entrar también en esta materia y redactar recomendaciones para sus asociados acerca de este tipo de consultas. Destaca el esfuerzo de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), que ofrecen consejo clínico on line de manera abierta a los pacientes. Es probable que, tras finalizar esta crisis sanitaria, la telemedicina ocupe un espacio más notable en la atención habitual, aunque en este caso debería delimitarse muy claramente cuál sería su ámbito idóneo y su modo de uso, que el Código Deontológico actual explicita en el capítulo 25. Una apreciación demasiado optimista y utilitaria enfatizaría en el ahorro de tiempo y costes y la mejora de la accesibilidad. Incluso se corre el riesgo de hasta poder prescindir de la figura del profesional sanitario, mediante los módulos de FAQ (Frequently Asked Questions) como ya se hace en múltiples webs de empresas o por la Inteligencia Artificial, otro desafío de la llamada cuarta revolución industrial. Pero no hay duda de que hay áreas donde tiene valor añadido: en 2018 una revisión sistemática mostró su equivalencia a la visita clásica de seguimiento en salud mental, rehabilitación, dermatología, anticoagulación oral, nutrición, y cuidados de úlceras crónicas. La necesidad de desplazamiento a los centros sanitarios descendería en modo muy apreciable, y se favorecería el contacto frecuente entre médico y paciente, ayudando a obtener un mejor control de los procesos.
Cuando finalice esta situación de emergencia, sería conveniente reflexionar reposadamente sobre las lecciones forzosamente aprendidas por la necesidad y alcanzar un consenso general sobre cuál debe ser el ámbito, método y momento adecuado de la telemedicina, que sin duda va a tener un papel mucho más relevante que hasta ahora en la actividad asistencial, pero que principalmente debería ser un complemento a la clásica relación médico paciente y no un sustituto.