Por José Manuel González Infante
En el anterior artículo concluíamos que los saberes psicosomáticos se integran mucho mejor en el concepto de Matriz Disciplinaria que en el de Paradigma. Veamos ahora que razones son las que podemos aducir para sustentar dicha apreciación.
El concepto de Matriz Disciplinaria es más global que el de Paradigma, de hecho en ella pueden integrarse distintos paradigmas (matriz), siendo además, la sustentadora de un saber común y compartido por distintas comunidades científicas que practican una disciplina particular (disciplinaria). Es así como la Medicina Psicosomática, en tanto matriz disciplinaria, puede englobar a los tres grupos de paradigmas: Dos de ellos, los metafísicos y sociológicos, de los que ya hemos tratado y, un tercero, referido a los instrumentos y herramientas creadas para resolver los problemas, surgidos a las comunidades científicas en el tratamiento de su objeto de estudio.
Precisamente son estos últimos, a los que se les designa en el literatura científica como Paradigmas Artefacto, a los que vamos a referirnos en los comentarios que siguen.
Lo primero que deseo destacar es que existe una estrecha relación entre los tres sentidos que venimos dando a los Paradigmas; así, dos de ellos son perfectamente encuadrables en un marco histórico-sociológico, como es el caso del Paradigma Metafísico, auténtica Prehistoria de la Medicina Psicosomática, y el Paradigma Sociológico, conformador de su Historia propiamente dicha. En este contexto ¿cuál es el sentido que puede dársele al Paradigma Artefacto? Sencillamente el de método del que se sirven los científicos, para crear los instrumentos prácticos que les permitirán resolver los problemas que le surjan en su quehacer diario. Como creo que se deduce de lo expuesto los dos primeros nos aportan una descripción histórico-sociológica del conocimiento científico psicosomático, mientras que el tercero se refiere al desenvolvimiento práctico rutinario de ese quehacer científico. Resumamos lo expuesto sirviéndonos de las palabras de VIVEROS CHEVARRÍA, quién en un brillante artículo de 2015 puntualiza: “…en los paradigmas hay un sentido práctico y otro sociológico que se conectan y se influyen mutuamente”.
Es ese sentido práctico el que vertebra el “hacer complejo” de la Medicina Psicosomática.
La complejidad del hacer psicosomático está relacionada con el abundante número de redes de interconexiones que conforman la estructura plural de sus saberes. Precisamente, el alzaprimar lo cualitativo sobre lo cuantitativo hace que el conocimiento psicosomático supere la multiplicidad inicial de sus fuentes, por la pluralidad de su propio y genuino saber.
Además introduce la subjetividad como elemento dinamizador, lo mismo de su praxis clínica que investigadora. Su metodología se diversifica indagando, no sólo las posibles “causas” responsables de su semiología clínica (método explicativo), sino centrándose preferentemente en la búsqueda de “motivos” (método comprensivo) que le permitan encontrar relaciones de sentido más que conexiones causales. La influencia que estas aportaciones (en manifiesta oposición al racionalismo reduccionista de la ortodoxia científico-natural) ejercen sobre el arsenal terapéutico psicosomático, favorece un hacer complejo en el que la integración de terapias diversas es una práctica constante.
Medidas somato, psico y socioterapéuticas se involucran siempre en su intento de solucionar los problemas que plantean los pacientes psicosomáticos o, siguiendo fielmente los postulados kuhnnianos, proponiendo métodos instrumentales de los que poder servirse la comunidad de científicos de orientación psicosomática en su ejercicio clínico.
Un ejemplo, altamente significativo de la riqueza que este hacer complejo aporta a la investigación y la terapéutica psicosomáticas, es el que se tiene cuando se introduce (al analizar su criterio de verdad y su eficiencia), el principio de indeterminación que HEISENBERG incorporó a la Física en la década de los sesenta del siglo pasado. Desde su perspectiva, podemos estar en condiciones de interpretar las interacciones entre el investigador y el objeto de su investigación y/o las existentes entre los pacientes asistidos y sus terapeutas, apreciando que acontecen sutiles matices que transcienden la metodología objetivante de las ciencias empíricas. Las implicaciones interpersonales entre los enfermos y sus terapeutas y los investigadores y los objetos de su investigación, introducen un elemento que genera incertidumbre que condiciona los resultados de toda investigación y de cualquier tratamiento. La importancia que en los resultados terapéuticos tiene el médico, independientemente de la eficacia de las medidas terapéuticas, han permitido delimitar dos figuras médicas, la del médico placebo y la del medico nocebo, como prototipos de intervinientes en la relación médico-enfermo, que interfieren positiva o negativamente en el resultado final del tratamiento, sin proponérselo conscientemente.
Un pionero atípico del movimiento psicosomático fue el médico alemán Georg GRODDECK (1866-1934) del que destacaría dos peculiaridades muy relacionadas con todo lo que venimos tratando. Una, su tendencia a la integración de medidas terapéuticas diversas en el tratamiento de sus pacientes, lo que convierte a su Politerapia en una especie de estructura o polisistema, cuyos elementos constitutivos interactuando entre sí, incrementan cualitativamente sus potencialidades; y dos, un promotor intuitivo de la figura del médico como placebo. Como su maestro el prof. Schweininger, solía jugar un papel preponderante en la relación médico-enfermo, imponiendo su fuerte personalidad al paciente, lo que indudablemente tenía influencia en la acción terapéutica. Esta actuación clínica además de privar a la relación medico-enfermo de su carácter “cuasi diádico” (LAÍN), transgrede el principio deontológico de “autonomía de los pacientes”, lo que desde la perspectiva médica actual resulta inaceptable a todas luces. Una reflexión inevitable tras lo dicho: La evidencia del “efecto placebo” obliga tanto al médico clínico como al investigador, a cuidar con el máximo rigor la vertiente axiológica de su quehecer.
Como he intentado transmitirles, son muchos los ingredientes que hacen complejo el hacer psicosomático, es posible que en eso resida su grandeza.