Por José Manuel González Infante
Thomas Kuhn aportó a la Filosofía de la Ciencia en el año 1962, un concepto, el de PARADIGMA, que en el curso de sus cincuenta y ocho años de vida no solo no ha perdido vigencia, sino que cada vez adquiere un predicamento mayor, hasta el punto de que ni el mismo Kuhn -que lo intentó unos siete años después- pudo abolirlo, extendiéndose su uso del campo científico en el que nació, al lenguaje propio de la gente de la calle. Pero mi propósito al referirme a él en éste artículo, no es el de entrar en una apasionante polémica científica, sino solo comentar a mis lectores una de las tres características constitutivas de todos los paradigmas, precisamente la más controvertida, a la que Kuhn denominó “metafísica”. Ciertamente cualquier paradigma posee una vertiente que se pierde en el más remoto pasado de su objeto de estudio, revistiéndose de connotaciones evidentemente míticas, lo que no deja de violentar al sector científico del que éste concepto es significativo símbolo.
Cuando hace unos veintidós años tuve ocasión de desarrollar en una conferencia el concepto de “Paradigma Psico-somático”, estaba en su cenit la aportación kuhnniana, por eso mi interés se dirigió, preferente, a conseguir encajar lo más fielmente posible, los saberes psico-somáticos en el marco establecido conceptualmente por Kuhn. Actualmente me propongo algo mucho más modesto, que veamos que lo mitohistórico es una característica propia del Paradigma Psicosomático y, por tal motivo, una fuente del conocimiento médico.
Cuenta la leyenda que el rey Pérdicas II de Macedonia (488 a 413 a de C), contemporáneo de Hipócrates (460 a 370 a de C), enfermó de un proceso irreductible a todos los tratamientos prescritos por sus médicos. Consultado Hipócrates, sometió al paciente a una diaria observación, explorándolo con asiduidad y anotando escrupulosamente sus síntomas. Esta rigurosa y acertada praxis médica, que es en sí misma ya, un legado para los médicos del padre de la Medicina, le permitió comprobar que el desasosiego experimentado por el rey, se manifestaba muy significativamente al tomarle el pulso en unas circunstancias concretas, la presencia en la habitación de Pérdicas de una dama de la corte concubina de su padre. Esta valiosa observación permitió a Hipócrates comprobar y transmitirnos a los médicos, la valiosa experiencia de la repercusión que sobre nuestro cuerpo tienen las pasiones y emociones humanas. Este relato, mucho más próximo al mito que al hecho histórico, es un fiel exponente del conocimiento que de la Medicina Psicosomática se tenía en los albores de la Medicina Occidental, constituyendo, por otra parte, para nosotros hoy, los fundamentos mitohistóricos que pueden justificar los controvertidos “paradigmas metafísicos”, como fueron calificados por el mismo Khun.
Una experiencia clínica similar a la referida, cuenta la tradición médica que fue protagonizada por el eminente médico alejandrino Erasístrato (304 a 250 a de C.). Era médico personal del rey Seleuco I de Persia. Un hijo de éste, Antíoco, sufrió una dolencia en la que predominaba la ansiedad y la melancolía, que le sumía en una profunda postración. En este caso Erasístrato, siguió las pautas hipocráticas centradas en la continuada observación, concienzuda exploración y, elaboración de un minucioso historial clínico del paciente; observó, en reiteradas ocasiones, que cuando tomaba el pulso al paciente se producía una significativa taquicardia que coincidía con la presencia de la joven esposa del rey Seleuco, padre del príncipe enfermo, en la estancia de éste. Se nos vuelve a transmitir una observación clínica, similar a la de Hipócrates, mediante la cual, otra figura médica griega en el siglo III a de Cristo, vuelve a objetivar mediante la toma del pulso, la estrecha vinculación que existe entre la vida emocional y nuestro organismo, dando lugar a reacciones manifiestamente psico-somáticas. De nuevo otra observación médica documentada en la Historia de la Medicina –aunque, a mi juicio, más próxima a la Mitohistoria- se constituye como componte “metafísico” del correspondiente paradigma. Pero lo importante de ambas leyendas es la enseñanza clínica que nos legaron a las generaciones médicas posteriores.
Si en el primer relato me abstuve de referir su final, dadas las singularidades de éste último, me van a permitir la licencia de concluirlo, refiriendo el éxito terapéutico del gran Erasístrato, al que se le considera como el precursor de la Psiquiatría Dinámica, por su solvencia psicoterapéutica, ampliamente demostrada en la resolución de la enfermedad de Antíoco.
Este extraordinario antecesor nuestro llegó a conseguir, gracias a su perspicacia psicológica y sus dotes persuasivas, que Seleuco I, cediera su joven esposa a su hijo Antíoco, cuya “locura de amor” fue capaz de detectar a través de la referida afectación psico-somática y, lo que es aún más insuperable, convencer al padre de la única forma de remediarla.
En relación con el interesante artículo de esta sección titulado: «Aportaciones al conocimiento médico desde la mitohistoria»
deseo resaltar mi deseo de ampliar casos similares a los reseñados para diseñar un espectro de campos psicopatológicos, o mejor psicosomáticos, en los que se reconoce una integraciónde las relaciones PSICO, SOMÁTICAS Y SOCIOAMBIENTALES en cualesquiera de las direcciones/sentidos en que se den. Así con una mayor casuistics ganaría la comprensión y la confianza de las dinámicas del enfermar y del sanar de las personas, tanto en la actualidad como hace milenios.
Felicitamos al autor por la perspectiva multidisciplinar utilizada.
Agradezco los comentarios que mi artículo le han sugerido al Dr. Don Manuel Álvarez. Sus puntualizaciones representan una valiosa contribución en la búsqueda del auténtico sentido de la Madicina Psicosomática, a las que me adhiero con entusiasmo. Espero que otros muchos colegas, deseosos de superar la «sinonimia» parcial de que adolecen aún los «sabers psicosomáticos», se sumen a lo sugerido por el Dr. Álvarez. Entre todos, posiblemente seamos capaces de conseguirlo.