
El dolor nuestro de cada día
En la consulta se aprende cada día algo que enriquece la propia vida, y muchas veces, la ajena. Hace unos días un joven paciente cargado de dolor y sufrimiento, consecuentes a lo vivido en su quehacer profesional, descubrió y manifestó algo muy valioso y sanador: “lo que me sucede es consecuencia de mi cabezonería y mi orgullo”. Así, de este modo, pudo abrir la puerta a su curación, que habría de consolidarse con las ayudas médicas, psicológicas y morales pertinentes.
Suele afirmarse que el Dolor y el Sufrimiento son constantes en nuestro vivir y que hacen de sombra capaz de realzar los tonos claros de nuestro día a día. La milenaria experiencia del hombre evidencia que ambas vivencias son inevitables a lo largo de una vida vivida.
Dolor y Sufrimiento
La Asociación Internacional para el estudio del Dolor, lo definió como una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a una lesión tisular, real o potencial. Distinguiremos varios tipos:
- Dolor nociceptivo u ordinario que sirve de alarma o defensa ante una amenaza o riesgo para la propia salud (cólico, apendicitis, tumor, golpe, caries dental, etc.).
- Dolor neuropático, que tiende a la cronicidad y es consecuente a una lesión anatómica de las fibras que integran una estructura nerviosa cuando es lesionada, estirada o comprimida en una agresión o un traumatismo, en la cirugía o por un proceso tumoral. Suele necesitar, en su atención, medicación, fisioterapia y psicoterapia. Actualmente resultan muy eficaces ciertos fármacos antiepilépticos, electro-acupuntura y psicoeducación.
- El Dolor psicógeno conlleva un alto componente emocional y afectivo y se acompaña de ansiedad, depresión, insomnio y sufrimiento.
- Algo distinto es El Sufrimiento, una vivencia negativa y molesta de tipo psicológico y moral, sin experiencia sensorial primaria y con asiento cognitivo y emocional. El Sufrimiento útil hace crecer a la persona que lo padece, el Sufrimiento inútil, por el contrario, queda como autoelaborado y consiguiente a una reacción mal elaborada. Siempre aparece como una respuesta personal al acontecer adverso, imprevisto y doloroso que nos alcanza y viene a depender, en gran medida, del acierto y oportunidad de esa misma respuesta. Esa es la base que fundamenta lo que hace siglos escribió el genial Dante Alighieri “Quien sabe de dolor, todo lo sabe”.
El dolor se siente más o menos
Resulta clásica la descripción de los factores que elevan el umbral de sensibilidad para el dolor, es decir, que dificultan la instalación del dolor. Tal sucede con la serenidad y la paz, con la escucha y la comprensión, con los analgésicos, ansiolíticos o antidepresivos porque su correcta utilización reduce o elimina el dolor. Y lo opuesto sucede con sus contrarios pues son capaces de hacernos más vulnerables al dolor y al sufrimiento. Para Turk, D. C. el objetivo ante el paciente con dolor y sufrimiento ha de ser anular o disminuir el dolor e iluminar su sentido, mejorar la funcionalidad y la calidad de vida y evitar la ansiedad, el insomnio o la depresión (Clin. J. Pain, 2000). A la vez importa mucho la intencionalidad del paciente, combinando el espíritu de reto y colaboración con la conciencia receptora de lo que es un don, de algo que se recibe.
La Medicina Psicosomática resulta de lo más acertado en las situaciones de sufrimiento y dolor. Recuerdo ahora la atención que presté a un paciente, ya entrado en años y de vida bien curtida, exitosa y comprometida, que al interrogarle acerca de los motivos de su consulta dio esta respuesta impactante: “llevo tres meses viviendo un infierno emocional del que no sé salir de ninguna manera”. Le respondí: “pues manos a la obra, y a trabajar juntos”. Es el primer paso hacia la extinción de ese fuego devastador.
Enfermedad y Dolencia
Enfermedad y Dolencia pueden llegar a aunarse, ahogando el vivir en una mutua espiral doliente que merma la vida y rebosa en padecimientos. Somos cuerpo y mente, integrados en una única realidad personal en la que radica esta doble experiencia y en la que se juega y debate el conflicto que nos alcanza. Precisamente así se gesta nuestra personal Dolencia, que así llamamos a esa Enfermedad ya instalada en la persona que somos, con su peculiar dinamismo y estructura. La enfermedad está en los libros, las historias clínicas,…pero la dolencia se halla en las entrañas mismas de la persona enferma.
Nuevos horizontes en la comprensión del dolor, en su “vida-muerte”, dentro de nuestro personal vivir, han supuesto los versos de Ana Castro. En su compendio “Cuadro de dolor” describe bella y profundamente cómo se vive el dolor y cómo son nuestros encuentros con él:
“……..aterrorizada, inmóvil,
Tan sólo cabe esperar, esperar, esperar,
En apenas unos minutos
comenzará el espectáculo:
explosiones, fuego, balas, bombas,
toda la violencia atrincherada en el cuerpo
luchando contra sí.
Y mi casa quedará destruida”
“……El dolor es este bombardeo nazi que caerá
Un día y otro día sobre mi casa.
Y cundo el ruido se aplaque,
sé que seguiré aquí, tumbada sobre los restos
en medio de mi casa deshecha.
Me levantaré y me recompondré como pueda”
“…..Es algo transitorio. Sé que pronto estaré así de nuevo.
Tan sólo queda jugar a adivinar
Cuál será el próximo escenario de la contienda”
Apertura, aceptación y sentido
En estas situaciones, la primera actitud para asumir o recomendar es la apertura. Bien lo expresa Shakespeare al afirmar: “Se debe dejar que hable el dolor, porque la pena que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe”. Compartir supone alivio y camino hacia el remedio.
Una segunda estrategia recomendable es la aceptación de la realidad que nos toca vivir, descartando rebeldías y adoptando actitudes y conductas positivas que conduzcan, en lo posible, a la resolución del problema: orientación, escucha, recursos médicos, apoyo espiritual o trascendente, etc.; de alta eficacia, todos ellos, en la atención de quien vive en el dolor o el sufrimiento.
Un importante factor moderador o resolutivo del Sufrimiento es la dotación de sentido a la situación y estado, la búsqueda y encuentro de las posibles razones, en el orden humano y trascendente, capaces de aportar un porqué con luz explicativa para esa concreta situación crítica que nos esté tocando vivir. Es la “voluntad de sentido” que empapa toda la antropología y la doctrina psicoterapéutica de Víctor Frankl, el destacado psicoanalista judío y vienés que hubo de afrontar el cautiverio nazi en Auschwitz, lugar en el que perdió a su esposa. Cuánto se aprende, al respecto, en su obra “El hombre en busca de sentido”. Una buena parte de su mensaje queda glosado en la certera afirmación “la puerta de la felicidad se abre hacia fuera”. Parangonando lo que Schopenhauer escribiese “la puerta de la felicidad se abre hacia adentro”, hay que retirarse un poco para abrirla, si uno la empuja, la cierra cada vez más.
Un trabajo, recientemente publicado, recoge acertadamente, experiencias vividas en torno a Joaquín Navarro-Valls, bajo el título de “El Portavoz”, y pone en sus labios el consejo que da a sus amigos Daniela y Víctor, tras perder a su hija Natacha, “Recuerda, Daniela, que todo esto es parte de tu autobiografía”. Así es, todo lo que nos sucede forma parte del cuadro de nuestra vida y juega su papel, aunque a veces tardemos en descubrirlo y ponerlo en valor”. Es más, el Dr. Navarro-Valls, como solían llamarle, recomendaba a los profesionales sanitarios de la Universidad Campus Biomédico de Roma, de la que era Presidente de su Consejo Asesor, que procurasen “curar la enfermedad y ayudar a encontrar sentido al dolor y sufrimiento de la persona que es el paciente”.
Unidades para el Dolor y para el Sufrimiento
Seguramente todos hemos acudido alguna vez a una Unidad para el tratamiento del dolor, con grato recuerdo por el alivio experimentado. Pues en semejanza podemos hoy pensar en la creación de Unidades de atención al sufrimiento humano. Quizá nos sorprenda la idea, pero a la vez comprenderemos su necesidad ya que son más las personas afectadas por el sufrimiento que por el dolor. ¡Cuánto recrece y madura el sufrimiento útil! Y cuánta infelicidad depara el que no lo es, el que carece o escasea en su sentido y en su aceptación.
Otro horizonte, aún más amplio y brillante, es el que aporta una visión trascendente de la vida, una dimensión vertical que depara paz, luz y felicidad, tras alcanzar el pleno sentido de la propia vida. Así lo he reafirmado hace pocos días con la lectura de lo descrito por el anteriormente citado Dr. Navarro-Valls respecto a S. Juan Pablo II; cuando en circunstancias muy dolorosas, el Neurólogo le preguntó “Santo Padre ¿cómo vive usted esta situación?”. Si la pregunta aspiraba a conocer la impresión física, la respuesta fue: “y yo me pregunto ¿qué es lo que Dios quiere decirme con esto…?” alcanzando así la raíz del significado profundamente humano, donde la enfermedad puede encontrar una respuesta sobre su sentido fundamental y definitivo.
Dr. Manuel Álvarez Romero. Presidente de La Sociedad Andaluza De Medicina Psicosomática