Una cuestión de tiempo

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« ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese,
no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente.
Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad»
Agustín de Hipona (354-430)

El tiempo es algo complicado de entender, pero fascinante de experimentar, como el ilustre filósofo norteafricano y doctor de la Iglesia anticipaba. Vivimos inmerso en él, por eso es tan complicado de definir. Como el lingüista Benjamín Whorf resumía de forma poética: «En un universo azul el color azul no existe».

Esto es, resulta sencillo reconocer un acento extraño, pero es mucho más complicado hacerlo con el propio. Quien hubiese vivido toda su vida sumergido en las fosas de las Marianas no entendería fácilmente el concepto de mojado. Quizás por esta dificultad intrínseca para su correcta comprensión, el tiempo apasiona tanto y es siempre un valor seguro como tema de conversación con amigos en una sobremesa invernal de domingo.

Este fue el argumento principal de la XVII Semana Internacional de Cine Fantástico de la Costa del Sol (2016) que disfrutaron los amantes del tiempo y, sobre todo, de sus viajes en el mismo. En el transcurso de la Semana se entregó un libro —gratuito como cada año, gracias al empeño de su director Julio Peces— titulado Los viajeros del tiempo. Pueden disfrutar leyendo al director cinematográfico Javier Quintas, al escritor Juan Manuel de Prada, a la joven periodista Desiré Bressend y al doctor en ciencias físicas José Enrique Amaro. Allí también participó el que esto les refiere, citando más de cien recomendaciones sobre el tema: autores con sus obras literarias, sagas de televisión o cine y, claro, películas propiamente dichas.

La posibilidad de viajar en el tiempo es fuente de ilusión y levanta pasiones. De hecho, cuando se le pregunta sobre este tema, la humanidad se divide en dos grandes grupos. Los que desearían viajar hacia el futuro, conocer lo desconocido, contemplar nuevos horizontes, disfrutar de lo que está más allá de su universo de posibilidades… Es el caso del protagonista de La máquina del tiempo de H. G. Wells. Y, en el otro lado, encontramos a aquellos que preferirían volver al pasado, a tiempos del ya perdido “lejano oeste”, o la Edad Media y sus castillos, también a la Roma antigua y sus batallas, los faraones construyendo sus pirámides o quizás a la época prehistórica con hombres luchando contra terribles dinosaurios que, aunque no coincidieron con el homo sapiens, es una licencia cinematográfica de todos conocida y admitida.
Pues, precisamente dentro de este segundo grupo, de los que gustan de viajar al pasado, es donde hallamos a Tim, el protagonista de Una cuestión de tiempo. Es una película británica con guion y dirección de Richard Curtis, realizada en el año 2013, mismo año en el que recibió el Premio del Público en el Festival de San Sebastián. Dentro del cine fantástico trata los viajes en el tiempo en su vertiente más romántica y rotundamente sentimental.

En los papeles protagonistas encontramos como Tim Lake a Domhnall Gleeson, el actor que encarnó a Bill, hermano mayor de Ron Weasley, amigo íntimo de Harry Potter (2010) y al malvado General Hux en la serie Star Wars (2015, 2017 y 2019); y como Mary a la premiada actriz canadiense Rachel McAdams, que fue Della Frye en la película La sombre del poder, y Claire, en Mas allá del tiempo (ambas en 2009). Este segundo largometraje es también muy recomendable para los amantes del tema de los viajes en el tiempo, pero visto desde la perspectiva de quien sufre las consecuencias de los mismos: la esposa de un viajero del tiempo.

Y ¿cuál es el planteamiento de nuestra película? En realidad es, aparentemente, una comedia ligera y, si acaso, curiosa. Tim, que padece los problemas y conflictos propios de un joven de veintiún años, se ve sorprendido cuando su padre le desvela un asombroso secreto: los miembros masculinos de la familia poseen la facultad de viajar hacia atrás en el tiempo, según sea su mejor conveniencia. A partir de ahí comienza el juego de volver a esos momentos en los que entiende que se ha equivocado para intentar corregir sus fallos, pero, ¡ay!, con consecuencias no siempre deseadas.

No dejen de ver, desde esta perspectiva, otras obras tales como la más famosa —y también muy recomendable por su metamensaje positivo— Atrapado en el tiempo (1993) dirigida por Harold Ramis con Bill Murray y Andie MacDowell en el centro de la historia, y más conocida por todos como “El día de la marmota”.

Los filmes relacionados son numerosos. Por citar otros, Francis Ford Coppola ya había realizado un desplazamiento temporal hacia atrás en Peggy Sue se casó (1986), con la sensual Kathleen Turner y su sobrino, el hierático Nicholas Cage, en los papeles principales. O también la aparentemente intrascendente e infantil Descubriendo a los Robinsons (2007), que guarda en su interior toda una serie de sanas recomendaciones para los espectadores que no les importe ver una película de animación.

Pero, ¿qué aporta About time (título original de nuestra película) y no las restantes? Cuenta de forma entretenida una historia de viajes en el tiempo como las demás, pero al mismo tiempo —y ésta es la gran diferencia— proporciona la clave de la atracción del viaje al pasado. No es para conocer otros tiempos o civilizaciones antiguas, sino para recuperar buenos momentos vividos con personas queridas que, por desgracia, ya no están con nosotros.

Si valoramos lo que se ha perdido, seamos capaces de disfrutarlo mientras aún lo tenemos, empecemos desde hoy, ¡y ojalá que así sea!

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