De nuevo sale a la luz pública, con abundante difusión y abrumadora elocuencia, otro triste caso de suicidio asistido de un enfermo terminal. Sin entrar en detalles éticos, deontológicos y jurídicos, que ya han sido ampliamente expuestos por la OMC y el Consejo Andaluz de Colegios médicos, llama la atención el tratamiento de la noticia en prensa escrita, radio y TV. La evidente pretensión de incidir sobre la fibra sensible del espectador oscurece una información equilibrada y seria, que sería lo adecuado. Únese a ello la superficialidad y el sesgo de perspectiva de algunos opinadores.
No hace mucho debatimos sobre la noticias en medicina, en un encuentro franco y abierto con profesionales y estudiantes de Ciencias de la Comunicación. Una de las principales conclusiones fue que el informador debería respetar al máximo la objetividad y, especialmente, dimensionar la noticia que emite, en su justo contexto. Como diría Ortega, en su “circunstancia”. Y la circunstancia es que estos y otros penosos casos se dan en una cuantía rotundamente menor que otros hechos, que aterran si uno se detiene a leerlos, pero que apenas han ocupado pocos segundos en informativos televisivos, o una nota a pie de páginas de prensa escrita. Se estima por la OMS que el 33% de los ancianos que están en residencias ha sido víctima de abusos en el último año: psicológico, físico, financiero y sexual. Tampoco son raros los casos de eliminación de ancianos molestos a los que ya se ha expoliado. El anciano es mercancía poco valiosa para los desaprensivos. Y aquí es donde hay que reflexionar un poco más allá de lo visceral. No sería pecar de desconfianza suponer que muchos ancianos heredables o que provocan grandes gastos, fueran legalmente suprimidos en base a una ley de muerte “digna” (en la que casi siempre se decide desde fuera cuándo la vida es indigna) y que vendría a provocar más problemas, en vez de solucionarlos.
Ejemplos no faltan: en Holanda, donde mueren “legalmente” unos 4.000 enfermos terminales, son cientos los ancianos que emigran a países vecinos para allí pasar sus últimos días, con la seguridad de que no van a ser eliminados. Ahora bien, estas reflexiones no obstan para que se deban resolver casos límite como el reciente, a los que se debe dar solución justa y moralmente incuestionable. Una via puede ser la creación de equipos multidisciplinarios (médicos, juristas, psicólogos) que se encarguen de analizar en profundidad cada situación y recomendar las medidas que, en conciencia, crean se debe adoptar. Pero no es preciso modificar la actual ley, porque se corre el riesgo de facilitar conductas irregulares. Por favor, cuídense los informadores, en los asuntos serios, de plasmar una panorámica de la realidad, no el hecho puntual y desprovisto de referencia. Y huyan de la tentación de lo conmovedor, que no pocas veces obnubila nuestra razón.
Estoy totalmente de acuerdo pero como no nos movamos en este sentido nos van a implantar por ley la eutanasia y entonces…poco podremos hacer.