Dr. José Manuel González Infante
En un artículo anterior me referí, muy brevemente, en sus últimos párrafos, a un escritor norteamericano de reconocido renombre como novelista de ciencia-ficción, Isaac Asimov; pues bien, quiero que sea en esta cuarta entrega cuando abordemos, intentando clarificar, su posible impacto sobre la Investigación Psicohistórica.
Por lo que ha podido llegar a mis manos sobre Asimov y la Psicohistoria de la que para muchos es el fundador, me obliga a delimitar, lo antes posible, las diferencias existentes entre la que llamé “Psicohistoria de lo real” y “Psicohistoria de la ficción”.
En esta columna sobre los “ecos desde la psicohistoria…”, siempre procuraré referirme a la que a través de la metodología psicológica o psiquiátrica tiene como objeto el pasado histórico de la humanidad, y no a la que interpreta psicológica o psicopatológicamente un hipotético futuro imaginado, cuya existencia virtual, sin embargo, es incuestionable, por lo menos, en la todopoderosa red de redes: Internet.
Pasemos a considerar la metodología de ambas. En la “Psicohistoria de lo real” el soporte instrumental del que se sirve para enjuiciar al personaje o al hecho histórico, es una determinada corriente psicológica como la psicoanalítica, existencial, reflexológica, sistémica, etc.; desde tal perspectiva se interpreta la biografía del personaje o el acontecimiento histórico relatado en las crónicas. La ficción Psicohistórica se analiza de la misma manera. Sirviéndose de conocimientos científicos avanzados: físicos, biológicos, psicológicos o de otra índole. Pero no perdamos de vista que el objeto del análisis es un constructo imaginario, creado por quién lo estudia y nos lo describe, precisamente, basándose en los conocimiento científicos que constituyen su método. Se establecen presupuestos hipotéticos con los que se construye la biografía de un personaje, el protagonista ficticio objeto del estudio, o el evento igualmente ficticio; es decir, se elabora una historia “a priori”, lo que en definitiva deja de ser historia, pues como con todo acierto afirma ORTEGA Y GASSET: “La historia no es manipulación, sino descubrimiento de realidades…” “No puede, en consecuencia, substantivar sus “métodos”, que son siempre, en uno u otro grado, manipulaciones”…”La historia usa los suyos, pero no consiste en ellos”. (1)
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Ortega y Gasset, J.:”Kant. Hegel. Dilthey”. Rev. Occidente. Madrid,(1961) p.79.
Como se desprende de los argumentos anteriores de D. José Ortega y Gasset, el constructo de Asimov distorsiona, más aún, yo diría que retuerce el término historia, en primer lugar, manipulando su objeto, que en lugar de referirse a realidades del pasado se refiere a una invención que se sitúa en un futuro incierto, pero además, sustantivando inadecuadamente su metodología, la convierte en la propia trama de su pretendida historia.
De todas maneras, aunque carezca de cabeza y de pies, la Psicohistoria asimoniana, no nos deja indiferente al plantearnos una importante cuestión para reflexionar sobre el futuro de la Humanidad. ¿Podría el análisis psico-historiográfico de un futuro imaginario predecir el futuro del hombre?
Hay una actuación psicoterapéutica sumamente interesante que me sugiere la formulación anterior. Así, si el analista al entrar y explorar el pasado de su paciente descubre aquellos acontecimientos que son los responsables directos de su disfunción psíquica presente, puede conseguir, haciendo que el enfermo los vivencie de nuevo, corregir su reprimida carga emocional, con lo que resolvería la conflictividad presente, normalizando su psiquismo actual, pero además, actuará indefectiblemente modificando el futuro del paciente, en un doble sentido: uno, impidiendo que acontezca nuevamente la psicopatología resuelta en el presente -lo que por sí mismo podría modificar su vida-, pero, sobre todo, como hecho muy relevante y en concordancia con nuestra reflexión inicial, el evidente cambio experimentado por la “estructura psíquica” del paciente, generarán esquemas de acción que originarán un futuro, quizás no totalmente predecible, pero distinto claramente al que estaba abocado.
Dejémoslo aquí… Pero qué… ¡Cuando el futuro se sustantiva!