Dr. Juan José Bretón García. Especialista en Medicina Interna, Neumología y Oncología Médica
No lo parece a primera vista, salvo para aquellos que trabajan en el ejército, socorrismo, países en guerra o regímenes sin libertades. Se supone que la figura del médico, pronta a aliviar el sufrimiento ajeno, sea respetada y su actividad muy gratificante. Hubo tiempos en que hasta se le reconocía cierta autoridad moral. Pero la verdad es que sólo somos personas que atendemos a otras personas. Lo cual desde luego que no es poco y honra a quien lo ejerce.
Pero la realidad es que desde los Colegios de Médicos afloran datos preocupantes a través del programa PAIME, de ayuda al médico enfermo. Se encuentra que hay unas patologías que podrían considerarse enfermedades profesionales; la principal es la fatiga mental y alteración del equilibrio emocional, debido a la sobrecarga y el estrés, que llevan al agotamiento o síndrome de burn-out, literalmente “estar quemado”, con la que el lector seguro está familiarizado, ya sea en persona o por algún colega. El Sindicato Médico estima que el 46% de los facultativos andaluces lo sufren y que está estrechamente relacionado con la estabilidad laboral y ritmo de trabajo. Es una declaración muy preocupante si se confirmara.
Otro serio problema es la dependencia de sustancias adictivas. La huida del estrés y de la sensación de precariedad o fracaso profesional mediante el alcohol es clásica, principalmente en médicos de más edad, pero las drogas psicoactivas ofrecen un modo más efectivo y discreto para alcanzar un paraíso artificial, favorecido por el fácil acceso a estos productos. El número de médicos atendidos por trastornos mentales o adicciones a través del PAIME ha aumentado un 8,3 por ciento en el último año, con 323 nuevos casos, la cifra más alta desde hace cinco años. Muy probablemente en relación con estas patologías, los médicos tienen la tasa de suicidios más alta que cualquier otra profesión, más del doble que la población general, según datos de un reciente estudio, comunicado en el Congreso Anual de la American Psychiatric Association. La situación en nuestro país no debe ser muy diferente y aunque no hay datos por profesión, el suicidio es la principal causa de muerte no natural en España, el doble que los accidentes de tráfico. Si bien los Colegios de Médicos y alguna entidad altruista ofrecen asesoramiento y asistencia a aquellos colegas con síntomas alarmantes, no se entiende que la mayor empresa empleadora de sanitarios, el Estado, no haya regulado y establecido estructuras preventivas de apoyo, principalmente en especialidades como Cirugía, UCI, Oncología y otras cuyos profesionales son especialmente vulnerables. La Psicología y Psicoterapia tienen numerosas herramientas a aplicar, como los trabajos en grupos, para detectar y evitar males mayores y no que se busque ayuda cuando ya la situación ha generado alarma para el propio médico o su entorno. A pesar de existir recomendaciones generales en manuales de gestión e incluso una Nota Técnica de Seguridad e Higiene en el Trabajo (la NTP-703), sobre salud psicosocial, aún queda bastante lejos la realidad de lo deseable, como en tantas otras áreas de la Sanidad.
A todos estos trastornos de orden anímico se ha asociado en los últimos años la lacra de las agresiones a médicos y otros sanitarios, que debería considerarse una consecuencia más de los recortes y deficiencias de una sanidad pública en recesión. En 2017 hubo 515 agresiones en España, según la OMC, un 4% más que el año anterior. Las comunidades que han registrado un mayor número de agresiones han sido Andalucía (122), Cataluña (98) y Madrid (84). En Andalucía se denunciaron 26 hasta septiembre de 2018. Las largas esperas, una deficiente formación e información y una inteligencia emocional mal gestionada, llevan a confundir a los sanitarios con el sistema, produciéndose situaciones lamentables. Pacientes y profesionales son víctimas de una gestión en la que los criterios de ahorro mandan y que no propone soluciones eficaces para mejorar la atención.
La conclusión sería que la profesión médica sí que tiene bastantes riesgos, algunos muy inquietantes, por lo que debemos reclamar un esfuerzo preventivo a todas las instancias implicadas.