Dr. Juan José Bretón García. Especialista en Medicina Interna, Neumología y Oncología Médica
El rigor informativo en temas de salud es un empeño que se antoja casi inalcanzable en estos tiempos de inmediatez y titulares llamativos, que impactan al lector y de los que éste no suele pasar. Así vemos, casi a diario y en cualquier temática, epígrafes que poco o nada tienen que ver con la fuente original. Esto es particularmente frecuente en estudios epidemiológicos; Es sabido que en ellos únicamente se busca asociaciones de valor estadístico entre una enfermedad y diversos factores supuestamente implicados en su aparición. Pues bien, es frecuente que, a partir de alguno de estos estudios se genere un titular que reza así como “se demuestra que….” Y aquí póngase lo que el lector imagine, desde que la Coca-Cola retarda el envejecimiento (La Razón, 23/10/ 2014) hasta que el glutamato provoca cáncer (La Vanguardia, 05/09/2017). E incluso se presentan “curas definitivas” frente a gravísimas enfermedades como neoplasias, o procesos autoinmunes (La Razón, 22/10 /2015).
Abundan también los epítetos sensacionalistas: “amenaza, virus asesino, fascinante avance…… “ y por supuesto falta la relativización, un podría ser. Es casi un axioma que el condicional no se usa en Periodismo. Muy a menudo tampoco hay una referencia al artículo original, y todo queda en vagas alusiones a revistas o Universidades. Casi nunca se consulta antes de la publicación a especialistas o sociedades médicas. El resultado es la difusión a gran parte de la sociedad de una realidad inexistente o por lo menos deformada. Pero antes de rasgarnos las vestiduras hay que reflexionar algo sobre la génesis de las noticias y los elementos que la forman. Se trata de ponerse en el lugar del periodista.
Toda noticia o comunicación tiene al menos tres elementos: el emisor o fuente, el receptor, individual o colectivo, y el mensaje que contiene la información, distribuida por diversos canales. Y muy importante, el contexto o circunstancias temporales y socioculturales que rodean el hecho comunicativo. El receptor de hoy está agobiado por la masa de información, de cuya seriedad poco puede discriminar. A veces el fallo es de la fuente y hay que entonar el mea culpa; En diciembre de 2014 el BMJ publicó un estudio que estimaba que una tercera parte de los comunicados de prensa de veinte importantes universidades británicas contenían exageraciones. Otras veces, el comunicado tuvo más impacto, como fue el caso de la gripe aviar: desde altas instancias sanitarias se propagó una alarma que luego se vio era innecesaria y se promovieron medidas de protección absurdas por ineficaces, ya que el contagio en masa era inevitable, como en la gripe común. Y hace unos años, el propio gabinete de prensa de la OMS informó que las carnes “rojas” poco menos que causaban cáncer de colon, lo que desde luego no decía el artículo original que citaban. En contraste, hace poco que los médicos de familia españoles animaban al consumo de carne por sus cualidades nutritivas (20 minutos, 12/03/2018). ¿Qué puede pensar el periodista ante estas noticias no ya distintas, sino aparentemente contradictorias? La gran dificultad es la propia opacidad de la literatura científica que incluso a los profesionales cuesta comprender, ya por lo intrincado de la metodología o porque se debaten cuestiones que incluyen conceptos muy complejos.
Según Miguel Alcíbar, un especialista en periodismo científico, la divulgación es una recontextualizacion, no implica transmitir conocimiento; no podemos pedir al periodista que imparta un curso científico acelerado; al contrario, la comprensión de una noticia decrece cuanto mayor número de conceptos poco conocidos se tiene que explicar. Esto significa que la divulgación implica simplificación, que a veces es excesiva. Aunque hay organizaciones nacionales de periodistas especializados en salud, ni se trata de que éstos estudien la metodología de investigación o amplíen conocimientos en ciencias ni tampoco es razonable una postura inquisitorial por parte de los sanitarios; una propuesta interesante es ofrecer al periodismo asesoramiento y colaboración inmediatos y rigurosos. En ese terreno los Colegios de Médicos tienen un papel crucial. En algunos se ha iniciado un programa en forma de seminarios y encuentros informales para procurar mejorar la calidad del periodismo médico. Esperemos sea el comienzo de una fructífera colaboración.